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Afrontando el envejecimiento de la superficie ocular

La unidad funcional de la superficie ocular (SO) es un delicado ecosistema responsable de la homeostasis de las estructuras involucradas que incluyen: la córnea, el limbo, la conjuntiva, los párpados y sus glándulas de Meibomio, las glándulas lagrimales, las lágrimas y los nervios. Para mantener el equilibrio de esta unidad funcional, se requiere de un sistema inmune especializado capaz de contrarrestar la presencia de patógenos o resistir ante estímulos nocivos de diferentes orígenes.

El equilibrio anteriormente mencionado depende de las buenas condiciones de salud y hábitos de la persona; sin embargo, es normal que con el paso del tiempo, las condiciones inmunitarias de la SO cambien y el envejecimiento conlleve al deterioro de la homeostasis de la unidad funcional en conjunto. Teniendo en cuenta que se proyecta que para el año 2050, la población mayor de 65 años duplicará a la existente en 2020, es necesario reflexionar acerca de los desafíos que enfrentará la SO con una considerable cantidad de personas de esa edad.

Si bien es cierto que no se han identificado procesos de envejecimiento específicos aplicables únicamente a la SO, es cierto que existen una serie de eventos que conforman la fisiología del envejecimiento humano y que también afectan la superficie ocular. Entre ellos se encuentran: la muerte celular programada, mutaciones genéticas, el reloj epigenético, desequilibrio en la cantidad de radicales libres, incremento de los procesos de estrés oxidativo, daño en el ADN, acumulación de células senescentes, alteración en el mecanismo automático de la reparación del ADN, acortamiento de los telómeros cromosómicos, disminución de la función proteómica, inflamación crónica y envejecimiento del sistema inmune en su totalidad.

Un postulado relacionado con el envejecimiento de la superficie ocular está vinculado con el microbioma, especialmente el de la conjuntiva. Se ha establecido que la edad es un factor importante en la remodelación del microbioma, lo que puede dar lugar a disbiosis, que se constituye en un biomarcador del paso del tiempo. Esta disbiosis podría incrementar la expresión de CD86 en las células dendríticas en los nódulos linfáticos de drenaje, al tiempo que se incrementa la expresión de marcadores inflamatorios en el epitelio corneal y conjuntiva, aumentando el riesgo de inflamación crónica característica del envejecimiento.

Por otra parte, se conoce que la homeostasis de la SO depende de la adecuada humectación, la cual se lleva a cabo gracias a la película lagrimal, una hidrodinámica regulada, lípidos, mucinas, citoquinas, factores de crecimiento y péptidos antimicrobianos. En este sentido, si por el envejecimiento alguna enfermedad asociada llegara a afectar a las células de goblet, la glándula lagrimal o las glándulas de Meibomio, se alteraría la estabilidad de la película lagrimal y del sistema inmune, llevando a deterioro de la superficie. Con la edad, se ha observado la disminución de la producción de lágrima basal y refleja, producto del posible detrimento del sistema nervioso, que afecta la comunicación entre la glándula lagrimal, el epitelio y la superficie. Otros factores que son generados por la edad avanzada son la disminución del menisco lagrimal, el fluido lagrimal y espesor de la fase lipídica, hasta se habla de decrecimiento en la cantidad de proteínas de defensa. Falta mucho por descubrir; por ejemplo, se ha identificado aumento de citoquinas proinflamatorias como IL-6, IL-8, y TNF-α y la disminución de algunos factores de crecimiento, que explicarían la homeostasis interrumpida.

En el terreno específico de las glándulas de Meibomio, se han descrito cambios relacionados con la edad que afectan su fisiología y promueven alteración de la película lagrimal. Entre estos cambios está la atrofia glandular, la obstrucción de los orificios de salida, dilatación de conductos de origen quístico, hiperqueratinización del ducto, y alteraciones en la calidad del meibum. Los eventos anteriores llevan a una disfunción de glándulas de Meibomio, altamente prevalente en personas mayores, la cual se relacionan con la hiperosmolaridad y la participación en el círculo vicioso presente en la enfermedad de ojo seco.

Las glándulas lagrimales también pagan un precio. En modelos animales se ha reportado una disminución en la producción proteica dependientes de acetilcolina, adrenalina y secreción de peroxidasa basal en los acinos. También se ha evidenciado una disminución en la masa de la película lagrimal explicando probablemente su disfunción y se sugiere también una asociación con la disminución en la inervación. Paralelamente, también se habla de la infiltración linfocítica de la glándula lagrimal que no solo se observa en el síndrome de Sjögren, sino en glándulas senescentes, que se relacionan con procesos inflamatorios de respuesta que afectan los acinos y la funcionalidad del órgano.

Otro aspecto importante en la teoría del envejecimiento de la SO es la ruptura en el balance del sistema redox, caracterizado por el aumento de las especies reactivas de oxígeno y la disminución de los antioxidantes, lo que se traduce en estrés oxidativo, del cual se desprende el daño en proteínas, lípidos y mitocondrias, que afecta a muchos órganos, entre ellos el ojo y su SO.

Artículo adaptado de: Galletti JG, de Paiva CS. The ocular surface immune system through the eyes of aging. Ocul Surf. 2021;20:139–62. Traducido por Departamento Editorial Grupo Franja.