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UNA MIRADA AL AUTISMO

Existe una variedad de desórdenes en el neurodesarrollo del individuo que desembocan en alteraciones de las habilidades comunicativas, así como irregularidades en el comportamiento. A lo anterior se suma la dificultad para la interacción social, y una gama muy variable de síntomas que, por su amplitud, se conoce como el “trastorno de espectro autista” (TEA).1

Se estima que la prevalencia de TEA es del 1 al 2% de la población mundial, así como es preciso informar que los Centros para Control y Prevención de Enfermedades (CDC por su sigla en inglés), reportaron en promedio el diagnóstico de TEA en 1 de 59 niños,1,2 siendo los infantes un objetivo de intervención psicosocial por los profesionales.

El espectro semiológico va desde mínimos síntomas casi indetectables acompañados de habilidades intelectuales superiores, hasta aquellos que padecen alteraciones en el intelecto y dificultades verbales. Aunque esta entidad clínica no tiene cura, un diagnóstico precoz mejora la consciencia de la enfermedad y permite la detección temprana de factores de riesgo en casos de TEA asociada a comportamientos patológicos, evitando una progresión incontrolable.

La Asociación Psiquiátrica Americana define la TEA como un “déficit persistente en la comunicación social e interacción social desde múltiples contextos”,1 los niños escolares podrán manifestar deficiencias en el entendimiento y el uso del lenguaje corporal, dificultad para sostener una conversación e incapacidad para mantener el contacto visual cuando se dirige a otra persona.1 Morrison et al, 2009 afirman que, como consecuencia de estas inhabilidades de comunicación, los estudiantes con TEA pueden sentirse socialmente aislados.3,4

Los CDC ha propuesto signos y síntomas de alarma que son una herramienta importante en el tamizaje de TEA, estos son: falta de interés en otros y dificultad para relacionarse, evita el contacto visual o invade el espacio personal, presenta retraso en el lenguaje y habilidades para el discurso, falla al responder el nombre, repite palabras o frases, usa lenguaje plano, como robot o con voz de canto, parece no entender sarcasmo, chistes o burlas, se le dificulta hablar de sus sentimientos o entender la perspectiva de otras personas, transmitir necesidades personales o deseos, manifiesta interés obsesivo en acciones repetitivas, se enfada cuando aparecen cambios en la rutina. En ocasiones muestra hiperactividad y/o impulsividad, no percibe el peligro, presenta daño autoinflingido y muestra hábitos para comer y dormir inusuales.

Filipek et al, y Johnson & Myers proponen que los aspectos que indican confirmación de TEA sean:1,5,6 no gesticula ni dice adiós con la mano en los primeros 12 meses, no balbucea a los 12 meses, no dice ni una palabra a los 16 meses, no dice espontáneamente frases de dos palabras a los 24 meses y alguna pérdida de habilidades sociales o del lenguaje a cualquier edad.

SALUD VISUAL Y AUTISMO

Entre las alteraciones del comportamiento que pueden suceder en una persona con TEA, es el riesgo de autoinfligirse daño, es aquí donde aparece la relación con el ojo y la visión por la gran posibilidad de causarse trauma ocular.

Entre la tipificación de los tipos de trauma que por causa del comportamiento autista puede afectar el ojo, se conoce evidencia de la “catarata traumática”, una auto lesión que preocupa a los actores del sector salud.

Howe et al en 2018 publicaron un estudio con una muestra que reunía pacientes con catarata traumática que a la vez tuviesen desprendimiento de retina; al determinar la causa de catarata, notaron que el 18% de los participantes se habían autolesionado generando como consecuencia la catarata. Extrayendo ese porcentaje, el 18% de los lesionados lo hicieron golpeándose, el 10% se realizaron la lesión con un cuchillo, el 10% con un tipo de arma, y el 8% con palos. Estos pacientes fueron clasificados en diagnósticos como: TEA, mutaciones genéticas como la trisomía 21, y retraso mental.4

Yeon-Hee et al (2016), publicaron reporte de casos de pacientes con catarata traumática secundaria a TEA. Uno de los casos, corresponde a un joven de 13 años que se diagnosticó con TEA, trastorno de déficit de atención e hiperactividad, y comportamiento de autolesión. El paciente tenía agudeza visual correspondiente a percepción luminosa en ambos ojos, y se descubrió que las cataratas fueron causadas al propinarse puños en los ojos5. Figura 1.

Como se puede evidenciar, es común que los pacientes con TEA desarrollen catarata traumática autoinfligida, así como pueden tener también otros trastornos mentales relacionados.

Desde la oftalmología pediátrica se debe prestar atención al comportamiento del niño para aumentar la cantidad de herramientas que permitan sospechar de la existencia de trastornos de espectro autista, y así ejercer el cuidado primario con interdisciplinariedad y responsabilidad social. Adicionalmente, se deben buscar en los ojos signos clínicos que denoten daño autoinfligido mediante la aparición de cataratas o de otros signos como pueden ser hematomas o hemorragias en el área ocular o periocular, incluso orbitaria. Ser observadores permitirá proteger a los niños con TEA.

REFERENCIAS

1. Jayne Jennings Dunlap, Autism Spectrum Disorder Screening and Early Action, The Journal for Nurse Practitioners, Volume 15, Issue 7, 2019.

2. Centers for Disease Control and Prevention. Autism spectrum disorders: data and statistics. 2018. https://www.cdc.gov/ncbddd/autism/data.html. Acceso agosto 2019.

3. Morrison, J. Q., Sansosti, F. J., & Hadley, W. A. (2009). Parent perceptions of the anticipated needs and expectations for support for their college-bound students with Asperger’s syndrome. Journal of Postsecondary Education and Disability, 22(2), 78–87.

4. Gerard Shea, Sebastian Derry, Academic Libraries and Autism Spectrum Disorder: What Do We Know? The Journal of Academic Librarianship, Volume 45, Issue 4, 2019.

5. Filipek PA, Accardo PJ, Ashwal S, et al. Practice parameter: screening and diagnosis of autism: report of the Quality Standards Subcommittee of the American Academy of Neurology and the Child Neurology Society. Neurology. 2000;55(4):468-479.11.

6. Johnson CP, Myers SM. Identification and evaluation of children with autism       spectrum disorders. Pediatrics. 2007;120(5):1183-1215.

 

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Grupo Franja